Helena conoció a Marcel en persona esa misma tarde y le causó una grata impresión. Observando como la pareja se comportaba en su rutina, sintió celos, contagiándose de felicidad. Marcel le hablaba a Yuki con dulzura, sin llamarla jamás por su nombre, porque para Marcel, Yuki era su “Darling”. Marcel trabajaba como comercial en una conocida cadena hotelera francesa, con lo que solía viajar bastante y Yuki pasaba gran parte del tiempo sola. Apenas hacía un mes que Yuki se había mudado a vivir con él - justo después de la boda - y ya estaba ansiosa por desarrollar el papel de esposa ideal. Se levantaba cada mañana a las 7h, inclusive los fines de semana y estudiaba francés. Creía que como buena esposa, le correspondía cuidar de su marido, preparándole el desayuno y ocupándose de la casa, mientras se esforzaba por estudiar la lengua y costumbres de su nuevo país de acogida con la finalidad de encontrar pronto un trabajo y ganar algo de autonomía. Los tres se sentaron a la mesa y empezaron a comer cuando Marcel preguntó a su mujer cómo había pasado la semana. Marcel se había ido a Alemania en viaje de negocios, dejando a Yuki sola en el apartamento. Yuki le comentó en inglés que había sufrido algún percance cuando visitó a un dentista francés, quien no quiso atenderla por no poseer seguro médico. Marcel trató de tranquilizarla comentándole que una vez empezase las clases de francés en la academia y regularizasen los papeles de su matrimonio, su situación legal en Francia cambiaría radicalmente y podría acudir al médico sin problema. Yuki no parecía complacida en absoluto. No le bastaba con regularizar su situación en el país, insistió además, en que deseaba ser atendida por un dentista japonés que comprendiera su idioma. Ante las lamentaciones de Yuki, Marcel cambió de tema, dirigiéndose a Helena en francés y preguntándole por su viaje. Helena respondió en francés remarcando que estaba muy contenta de regresar a su antigua ciudad, ignorando por unos instantes que Yuki no comprendía de lo que estaban hablando. Yuki reprochó a su marido que no hablasen en inglés cuando ella estaba presente y los tres prosiguieron la conversación en inglés. Después de comer se dirigieron hacia la estación para tomar el tren en dirección a Versailles. Un par de semanas antes, cuando Helena les anunció que deseaba pasar su cumpleaños con ellos en París, la pareja decidió invitarla a una visita nocturna de los Jardines del Palacio de Versailles. La visita incluía un concierto en la famosa Sala de los Espejos, seguida de un paseo por las fuentes iluminadas y acompañadas de música que terminaría, finalmente, con un espectáculo de fuegos artificiales. El tren llegó con retraso. Trataron de aligerar el paso desde la estación de Versailles hacia los Jardines del Palacio pero llegaron tarde a la cita, perdiéndose el concierto. Resignados, después de pelearse sin éxito con los guardias y taquilleros de la entrada, salieron al Jardín y pasearon entre arboledas y enormes pasarelas repletas de flores, aguardando el inicio del espectáculo nocturno. Transcurridas un par de horas, las fuentes se iluminaron y empezó a sonar la música. Miles de visitantes que hasta entonces habían estado paseando silenciosos y desapercibidos entre los árboles, se amontonaron a lo largo y ancho de la avenida principal, tomando posiciones para contemplar cómo el cielo empezaba a brillar. Durante unos treinta minutos, el sonido de la música envolvió el cielo, repleto de pequeñas gotitas de fuego que caían lentamente sobre miles de cabezas. Marcel y Yuki se abrazaron contemplando la escena, mientras Helena soñaba despierta a su lado. A medida que los estallidos de luz y color explotaban en el cielo, Helena viajaba en el tiempo. Con la mirada perdida en el vacío de las lágrimas de fuego cayendo sobre sus cabezas, se emocionó al dibujar escenas de su pasado en Tokyo. Hacía justo un año, festejaba su 26º cumpleaños en un karaoke de la capital nipona, junto a sus queridos amigos. Un año después, ninguno de ellos, excepto Yuki, podían compartir con ella ese momento. Dejándose llevar por la nostalgia, las lágrimas empañaron los ojos de Helena. - Ya estás llorando otra vez, hermanita? Qué sensible es mi princesa! - se mofó Yuki, abrazándola entre el gentío.