dimecres, 27 d’octubre del 2010

Érase una vez, París

Helena colgó el móvil y siguió esperando en el andén de la condensada estación de Antony. Una voz masculina anunciaba por megafonia la inminente llegada del RER B, destacando cada una de las paradas hasta el centro de la ciudad. – Ya estoy aquí. He vuelto, París. Me echabas de menos? – se preguntaba Helena, observando a su alrededor. El RER hizo su majestuosa entrada mientras los pasajeros se apresuraban por encontrar un asiento. Helena se sentó junto a la ventana y encendió su Ipod. Empezó a sonar Alegría del Cirque du Soleil y el tren reanudó su camino. Mirando a través de la ventana empañada por las gotas que caían del característico cielo gris de la capital francesa, Helena retomó el móvil y escribió Ya estoy aquí. Nos vemos el jueves. El tren efectuó una parada en Chatelet les Halles mientras decenas de pasajeros se amontonaban cerca de la salida. Cuando se abrieron las puertas, otros tantos empujaron para entrar, dificultando la salida de Helena que, arrastrando su maleta, se dirigía hacia el transbordo con la línea 14. Conocía aquella ruta como la palma de su mano. Aunque ya habían pasado 2 años, recordaba perfectamente el camino hacia la estación. Entusiasmada, subió al moderno vagón y pacientemente, aguardó sentada hasta la última estación. Cuando llegó al final de la línea, la megafonia invitaba a descender a los pasajeros. Todos se apelotonaban para descender los primeros, mientras que Helena sonreía y suspiraba, diciéndose – Qué prisa tienen los parisinos! - Reanudando la marcha, camino de la estación central de ferrocarriles de Saint Lazare, millones de recuerdos inundaban su cabeza. Su estación de metro, su Cour de Rome, su barrio, su calle, su Boulangerie, su casa… volvía a París. El escenario no había cambiado nada desde entonces, pero ella ya no era la misma que dos años antes despedía aquellas calles repletas de transeúntes andando apresuradamente. Helena cruzó la calle corriendo hacia la estación de Saint Lazare, refugiándose de la lluvia. Había olvidado adrede su paraguas en Barcelona, anhelando que la ciudad le regalase soleadas jornadas de verano. No obstante, el cielo parisino se resignaba a satisfacer sus deseos, la víspera de su cumpleaños. El tren hacia Asnières-sur-Seine efectuaba su salida inminente por el andén número 5...