Una semana después de regresar de Viena, viendo el panorama climático que acecha Barcelona últimamente, no hay nada que me apetezca más que descansar encerrada en casa. Tumbada en el sofá, contemplo como la vida ajena sigue a través de la ventana a pesar de la llúvia. Qué pereza! Allá ellos. Yo, me quedo en casa. Haciendo qué? Escuchando a Strauss. Sí, "el Danubio azul", mi querido Waltz que me recuerda los paisajes de Suïza, Austria, Alemania, Chequia, Eslovaquia y Hungria. Tierras y montañas bañadas por el paso del Danubio que Strauss inmortalizó en su obra más célebre. Cuando escucho este vals, recuerdo aquellos veranos con mi família, mi primer crucero fluvial, los parques de atracciones, los castillos, los paseos a caballo, las tartas de chocolate... y regreso a mi infancia. Esa época en que mi hermana y yo pasabamos horas y horas frente al televisor deseando parecernos a Sissi y nos aplicabamos interpretando a piano las canciones de Sonrisas y lágrimas que habíamos estado cantando durante nuestros viajes. Llámame cursi, pero esa niña que soñaba ser princesa todavía pervive cada vez que visito la Europa Central, escenario de los sueños de mi infancia.
2 comentaris:
Et fas gran...
Inevitablement sí, però la nena interior sempre es resignarà a créixer ;)
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